Pudimos pasear por Santa Cruz y disfrutar, entre otras, de la Iglesia Parroquial de la Vera Cruz, de estilo gótico. Parece que fue construida en el lugar de culto de una mezquita levantada sobre una antigua basílica visigoda. De esta época se conserva la pilastra de el medio de la mesa del altar, que a diferencia de la mayoría de mesas de altar, tiene tres pilastras.
La exposición de Dª Lourdes Murillo, se podía visitar en la Iglesia del Convento de los Agustinos, de estilo Barroco del siglo XVII, y del que hoy únicamente podemos disfrutar de sus ruinas y de algunas pinturas muy deterioradas por el paso del tiempo.
De esta visita, nuestro socio Vicente Rodríguez Lázaro, ha realizado un poemario al que ha titulado "Los Trazos del agua" y que os dejamos aquí para que podáis disfrutarlo.
LOS TRAZOS DEL AGUA
(San Joaquín,
El Templo del Agua (2022), de Lourdes Murillo)
LA SENDA TIZNADA
(El camino de
picón)
Todo devenir humano deja huella.
Inscribe sus
marcas en el suelo
y concibe
dibujos singulares
antes de que
la acción aparezca
en los amplios
paisajes de la existencia.
Los gránulos
oscuros de los sucesos
se expanden
sobre el lienzo vital
que ofrece la
materia en continua
e imparable
evolución de cada hombre.
Sigue su curso
en el templo universal.
Busca
recorridos únicos e intensos
que acaban tiznando
la piel de la vida
y dejando
incrustada la imagen
en el suelo
inabarcable del tiempo
aquietando
recuerdos sobre el espacio
ávido de
recibir las vivencias
de cada varón,
de cada mujer,
destinados a
crear un relato
singular,
inigualable, luminoso
en la gran
memoria universal
adherida al
esfuerzo creador
en las mentes,
espíritus y cuerpos
afincados al
vaivén imparable
de la firme
convicción de trascender.
RIQUEZA
(La sal, el oro, la pregunta)
Es la sal un
regalo para el hombre.
Riqueza verdadera
y valorada
que se muestra
esquiva con frecuencia
en las décadas
y etapas del camino.
La sal y el
oro crean fronteras
y van
escribiendo en el tapete
bizarro y
traicionero del oficio
adscrito a
sucesos escabrosos
que van
conformando la pregunta
crucial a lo
largo de la Historia.
Enorme
interrogante expandido
sobre el suelo
de picón del templo oscuro
buscando la
respuesta inalcanzable
en el vasto
universo y escenario
de sucesos y
vivencias reforzadas
por los actos
y avatares de los seres
que han marcado
unos pasos tan fugaces
en el plano
inabarcable de la vida.
SILUETAS
(Tríptico)
En un tríptico con fondo impenetrable
se graban las
siluetas de los pasos
sinuosos y cruzados entre sí.
Manchas con el negro del esfuerzo
que han dejado
la impronta de la vida
dibujada con
trazos desiguales
forjando la
obra de las eras
con el rojo
pasional de los triunfos
dispersos en
un lienzo de zozobras.
Todo el
devenir del ser humano
se ve
representado en el tablero
de un mundo
confuso y constreñido
que va
conformando con paciencia
la inmensa
proyección del Universo,
esculpiendo su
destino intemporal
en cada
pincelada decidida
del Supremo
Pintor que lo ha creado
para hacer del
hombre obra maestra
dispuesta a
trascender al tiempo esquivo,
cruel
regulador de la existencia.
(Los dones
agrupados)
Ella se alejó
de la fuente de la vida.
A uno y otro
lado quedó algo de sus dones
que ha
ofrecido con su acción
a lo largo del
camino
guardados en
saquitos de blancas envolturas.
Sábana fragmentada
del alma de la ausente.
Cosecha de
entregas amorosas
regaladas a
quienes compartieron
la línea que
trazó muy generosa.
Esto es lo que
queda de alguien singular
cuya vida ha
expandido sin reservas,
creando un
paisaje tapizado
de frutos
expandidos por su piel.
Así es la vida
de quien toma la bondad
como sabio
instrumento creador.
Así es el
recuerdo de quien ofrece
su larga
existencia enriquecida
por la limpia
actitud de compartir
los bienes
cosechados con sus manos
entregadas a
la lúcida creación,
semillas
destinadas hacia el bien,
recuerdos
gozosos de una senda
trazada hacia
un limpio horizonte
de eternas y
felices conclusiones.
LA ACENSIÓN
(El pozo del
agua)
Allí, en el
fondo del pozo
donde el agua
de la vida
se remansa en
sus orígenes
flotan los
espejos del conocimiento.
Reflejan la
luz de los misterios
y la elevan a
la cúpula lejana
del lejano
firmamento,
destino de los
seres
que buscan la
ascensión
ahondando en
los rincones
ocultos al
oscuro resplandor
de las obscenas
ilusiones
que desvían
los caminos
hacia el
abismo insondable
de las
tinieblas de la Nada.
La subida
hacia la cumbre
es siempre
difícil, trabajosa,
dejando en el
camino
el lastre
complicado
de los
placeres engañosos
que dificultan
la ascensión
y provocan las
caídas
por la falda
pronunciada
del monte
existencial.
La llegada a
la cima
es la
felicidad completa,
la sensación
triunfal
de haber
superado
todos los
obstáculos,
de haber
abrazado
y retenido por
completo
la esencia
sustancial
de la vida regalada
como don
trascendental.
EL ACEITE DEL ALMA
(Aceite de
linaza)
El agua de la
vida
y el aceite
del alma
realizan la
mezcla sagrada
para que el
ser recorra
la senda
irrepetible
del don de la
existencia.
En cada
recipiente
unido y
alineado
con el armazón
del cuerpo
a los demás
viajeros
que forjan sus
caminos
se escribe la
historia
tan singular y
única
que lleva al
ser humano
a superar
obstáculos,
duras
adversidades
que tras la
resistencia
lo encumbren
al triunfo.
Aceite de
linaza,
el óleo de las
décadas
forma con su
textura
un fuerte
hermanamiento
para afrontar
con tino
los áridos
sucesos
que esculpirán
al hombre
para que su
espíritu
adquiera el
aspecto
de una luz que
supere
la difícil
travesía
del orbe
material.
Un campo de
pruebas
que debe
recorrer
para
culminación
del halo
trascendente
con el que fue
creado.
EL SAGRARIO DEL AGUA
(Una presencia
de fe)
Sobre el muro
desportillado
del antiguo
ábside eclesial
brilla con luz
propia
un sencillo
sagrario.
Esa es la
fascinación
de la fe bien
arraigada.
Creer ante la
sencillez
de un espacio
muy austero
que nada dice
a los sentidos.
El sagrario
del agua
es solo madera
frágil.
Una caja
primordial
que contiene
un vacío
de múltiples
inspiraciones.
El espíritu
del agua
se resguarda
en su interior
no del todo
satisfecho
por las duras
negativas
de los hombres
que habitaron
el cenobio del
pasado.
El camino de
la vida
finaliza a sus
pies
rindiéndole
pleitesía
como cofre del
misterio,
como portal
del traslado
de este orbe
material
a regiones
donde el alma
se vea libre
de ataduras.
El agua
retornó al pueblo
y en el triste
santuario
abocado al
abandono
clama triste
en soledad
el espíritu
abatido
de la injusta
sinrazón
que provocó el
abandono
de un lugar
que fue sagrado
reducido hoy a
la ruina.
(Un puente
cercano)
Aguardan los
humildes
la necesaria
presencia
del agua en
sus hogares.
Un puente
deseado
surge de la
palabra
para compartir
el agua
que se desliza
furtiva
a lo largo de
la falda
que el monte desarrolla
hasta el
pueblo aún sediento.
Una cortina de
vida
cae desde la
montaña
y el pozo
milagroso
facilita
curación
al enfermo que
del valle
asciende hasta
el pozo
de milagros
concentrados.
El agua se
torna en sagrada
cuando llega a
su destino
y mitiga a los
sedientos
sin que
existan retenciones
forjadas por
egoísmos
de quienes se
creen en derecho
de hacerse
dueños infames
de la esencia
de la vida
que a todos
debe abarcar
sin absurdas
intenciones.
LA VELA DE LA ESPERANZA
(Los nombres
del agua)
La serpiente
de la vida
enmarca la
vela con fuerza
enterrando en
sus anillos
los nombres
trascendentales
de miembros
que ya existieron,
completando el
camino
tortuoso y
complicado
del fragor de
la existencia.
Allí han
quedado las marcas
escritas con
los fragmentos
del picón
cuyos vestigios
se han
integrado en las piedras.
Un recuerdo
permanente,
efímero como
el mundo,
que refleja el
discurrir
del ser humano
empeñado
en dejar
huella extendida
en paisajes
reforzados
por sus actos
revestidos
de entregas a
la causa
de avanzar en
el empeño
de una eterna
trascendencia.
EL TEMPLO DEL
AGUA
(Convento de
San Joaquín, Santa Cruz de la Sierra)
Al abrigo de
la sierra,
en su falda
montaraz,
dominando el
caserío
a lo largo de
los siglos.
El agua de la montaña
pudo ser su
gran triunfo
y devino en
tragedia
por el oscuro
egoísmo
de algunos
frailes obscenos
que privaban
del fluido,
esencial para
el sustento
de los huertos
y sembrados,
a las gentes
que a sus pies
malvivían por
su causa.
Abrazó la
destrucción
los espacios
del convento
como una
respuesta justa
de los
sufridos labriegos
frente a la
intolerancia
de esos malos
religiosos.
Solo el templo
quedó libre
de la furia
popular
y habitó la
soledad
sus rincones
olvidados.
Solo el pozo
milagroso
con sus aguas
curativas
mereció el
amplio respeto
de todos los
lugareños.
Ahora es el
templo del agua,
donde una
instalación
de artísticos
perfiles
muestra la
arquitectura
del camino más
humano.
Interpretaciones
lúcidas
de los amplios
avatares
que el hombre
ha dibujado
en los
espacios mundanos,
presentados en
paisaje
de vital
recogimiento
con la digna
sencillez
de un montaje
que expande
la esencia del
devenir
de una especie
que se mueve
entre el borde
del abismo
siempre
abierto a la Nada
y la elevación
sublime
que la lleve a
trascender
más allá del Universo.
Por Vicente Rodríguez Lázaro (socio y escritor)
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