26 de mayo de 2024

"Jaén, ruta de los castillos: Viaje a Jaén, Alcalá la Real, Linares, Cazorla y Baños de la Encina" (15 al 19 de mayo)


Veintiocho socios de Adaegina realizamos el viaje cultural programado a la provincia de Jaén con el fin de adentrarnos en su arte e historia. Al recorrer sus tierras tuvimos la sensación de navegar en un inmenso mar verde y ondulado. El contraste entre la blancura de sus pueblos y el fuerte verdor de los olivos nos envolvió hasta llegar a Jaén, donde nos alojamos durante las cinco jornadas de duración de la experiencia.

El primer día disfrutamos del “oppidum” del cerro de la Plaza de Armas de Puente Tablas, en las cercanías de la ciudad. Una antigua población íbera donde se han sacado a la luz los restos de un templo solar, una magnífica muralla, el palacio del régulo o príncipe mandatario junto a algunas viviendas, un fragmento de una calle y las cuatro cuevas del oráculo. La importancia de este yacimiento es esencial por la pureza del enclave como muestra de la cultura íbera, algo que se reforzó en la posterior visita al Museo Íbero, donde se muestra una excelente colección sacada en su mayor parte de este emplazamiento en la que destacan las


bellas cráteras griegas. Durante la tarde disfrutamos de los baños árabes de arte almorávide y almohade perfectamente conservados, junto al Museo Arqueológico y de Pintura, a falta de las secciones íbera y romana, además de un agradable paseo por el pintoresco barrio de la Magdalena, situado en la zona alta de una población donde las empinadas y prolongadas cuestas son su principal seña de identidad. Se trata del barrio más antiguo y popular que nació junto a la fuente que dio origen a Jaén. El Convento de Santo Domingo, la iglesia de la Magdalena y el monumento que rememora la Leyenda del Lagarto, muerto al final por alguien muy astuto sirviéndose de un cadáver de un cordero relleno de pólvora, completaron el programa.


El segundo día transcurrió durante la mañana entre el imponente castillo de Santa Catalina, esencialmente árabe, una antigua alcazaba de origen califal, reforzada por los cristianos tras la reconquista llevada a cabo por Fernando III el Santo. Junto a él se construyó el Parador Nacional en los años sesenta. Desde sus almenas disfrutamos de una panorámica excelente y completa de la capital del Santo Reino. Posteriormente descendimos para admirar la Catedral de Nuestra Señora de la Asunción, un monumento renacentista con elementos barrocos en la portada y en la fachada. Si impresionante resulta su cuerpo exterior, el interior es la sublimación del estilo renacentista, en el que el genial Andrés de Vandelvira dotó de monumentalidad, belleza y armonía un espacio que transmite serenidad y una sensación de elevación espiritual con los tintes personales de un arquitecto y maestro singular al que se dedica una cátedra de investigación en la Universidad de Jaén con todo merecimiento.



A lo largo de la tarde nos desplazamos a Alcalá la Real, al suroeste de la provincia y cercana a Granada. La antigua Qal´at Astalir posee un complejo militar, la fortaleza de la Mota, un primitivo templo gótico en su interior, la Iglesia Mayor Abacial, en cuya nave se nos proyectó un montaje audiovisual interesante sobre la historia de la ciudad, cuna del gran imaginero Juan Martínez Montañés y de su maestro Pablo de Rojas, ambos con estatuas de homenaje en las dos plazas más importantes.

El tercer día de visitas nos trasladó a Linares, donde recorrimos las ruinas de la ciudad romana de Cástulo, excavada aún en un 3% de su extensión, y en las que nos impresionó su mosaico íntegramente conservado. Posteriormente nos trasladamos al casco urbano linarense donde visitamos su Museo en el que destacaban los restos provenientes de la citada urbe romana, incluso tuvimos la oportunidad de asistir a la representación de un ritual romano dedicado a la diosa Isis en la Plaza del Llano. Tras la comida nos desplazamos hasta Cazorla. En ella admiramos el retablo que ofrecía la escarpada sierra. El guía, biólogo de profesión, nos informó con detalle sobre las características del impresionante entorno natural donde se haya enclavado el pueblo. Dominado por el castillo de la Yedra, cerca y debajo, destacan las ruinas renacentistas de Santa María de Gracia, del siglo XVI, en cuya construcción pudo participar Andrés de Vandelvira o algún arquitecto de su taller. Existen al parecer dudas de que fuera concluida en algún momento, aunque hay investigadores que afirman lo contrario y que fue arrasado por una riada procedente de la montaña, que la dejó en el estado que ahora muestra. Descendimos hasta el río Cerezuelo y recorrimos la imponente bóveda subterránea construida para canalizarlo y poder edificar sobre él. Allí nos aguardaba la Tragantía, legendario monstruo de la mitología local que supuestamente habita en aquel espacio sombrío. Se cree que esta singular construcción fue finalizada en 1536.



La última jornada nos ofreció una sorpresa muy agradable con la estancia en Baños de la Encina, llamado así por la abundancia de fuentes y agua que se hallan en sus alrededores. En la ermita de la Virgen de la Encina se encuentra uno de los camarines más bellos del país y en su centro se cobija la imagen del Cristo del Llano o Cristo de la Luz. En la iglesia de San Mateo se puede admirar un cuadro atribuido a Murillo y la Patrona, la Virgen de la Encina. Finalizamos las visitas y la parte cultural del magnífico viaje que hemos disfrutado en el castillo de Burgalimar, una imponente fortaleza de quince torres, en la que estuvo también Miramamolín, el califa derrotado en la Batalla de las Navas de Tolosa, una de las edificaciones almohades mejor conservadas de España, reforzada posteriormente tras la reconquista cristiana.

Es importante destacar también el papel de los magníficos guías que nos han acompañado e instruido durante estas jornadas en las que hay que señalar no sólo la diversidad y calidad de los contenidos artísticos, culturales e históricos obtenidos sino también la armonía que ha existido en la convivencia y seriedad de los socios que hemos desarrollado una nueva experiencia enriquecedora y que con seguridad repetiremos en otros enclaves en el futuro.

Texto de Vicente Rodríguez Lázaro (socio de ADAEGINA)


RESEÑA LITERARIA DEL VIAJE A JAÉN

Por Vicente Rodríguez Lázaro

 

MAREA VERDE

(Paisajes jiennenses)

 

Un mar verde y ocre

extiende su oleaje

a lo largo de las tierras

que se pierden en la línea

de un inmenso horizonte.

 

Linares se eleva orgullosa

dando entrada a la marea

que invade las olas

de suave curvatura

sobre las que navegan

innumerables viajeros

con la oliva como carga.

 

Todos se inclinan

y adoran perennes

a la Sierra de Segura

que contempla satisfecha

la concentración alineada

de los súbditos seculares.

 

El olivo y Jaén

conviven en armonía

y sus frutos se transforman

en áureos dones

tras el otoño

para revestir de riqueza

a las antiguas poblaciones

repletas de historias

y leyendas arraigadas

de sus piedras ancestrales.

 

LA CIUDAD DEL SANTO REINO

(Jaén)

 

Fernando III el Santo

hizo colocar la cruz

tras la toma esforzada

del alcázar jiennense.

 

Desde la alta meseta

que el castillo abraza fiero,

hoy silencioso y sereno,

se despliega la ciudad

descendiendo la montaña.

 

Sus callejas y plazuelas

con sus cuestas esforzadas

que mantienen el perfil

del pasado agareno.

 

Fuentes que corren discretas,

ahora ocultas a los ojos

del sentir del visitante,

con la muralla bajando

hacia el casco de la villa.

 

La imponente Catedral,

joya de Vandelvira

con el monumental coro

ocupando su interior

y la espléndida fachada

de un barroco suntuoso.

Y el Abuelo en su oratorio

con el Cireneo ayudando

en su traslado cruento

por la senda hacia el Calvario.

 

Y la urbe más moderna

extendida por el llano

a las puertas del océano,

cuyo oleaje de olivos

se precipita hacia el valle

con las sierras ejerciendo

de extenso acantilado

para frenarlo a sus pies

y obligarlo a conservar

el regalo tan dorado

del aceite de la vida

que a Jaén da el galardón

de ser su depositario.

 

Y el rostro de Jesús

dibujado en el sudario,

el paño de la Verónica,

en el templo conservado

siendo Jaén su destino

y a resguardo en su retablo

dando al valle bendición

y a la ciudad su remanso

transformada en capital

del Santo Reino Cristiano.

 

LA FORTALEZA DORMIDA

(Alcalá la Real)

 

Dos grandes imagineros la honraron

cuando ya su fortaleza declinara.

Los árabes la hicieron prominente.

Los cristianos aún la reforzaron

sembrando al abrigo de sus torres

una recia abadía bien forjada.

 

Una historia de amor ante una fuente

que un padre cegado malograra

dio lugar a que la muerte extendiera

su manto tenebroso junto al agua.

Una mora y un cristiano allí bebieron

la pasión de un amor fuera del cuadro

que la guerra imponía con crueldad.

Con su espada el mal padre arrebató

la existencia a una hija enamorada

y el amante, frustrado por la pérdida,

vengó sobre él la marcha de su amada.

 

Los franceses dieron fin a las vivencias

de la villa en cumbre fortificada.

Tras su abandono floreció en la llanura

extendida a los pies de las murallas

expandiendo su blanco caserío

entre lomas y olivos alineados

que se enfilan hasta un amplio horizonte

dibujado con las cumbres y la nieve

de Granada y sus montes más cercanos.

 

Qal´at Astalir, Qal´at Yahsub, Al Qal´a

y Alcalá la Real al fin nombrada,

floreciendo en la cumbre de la Mota

y empujada por la acción del olivar

para forjar apariencia deslumbrante

a los pies de la sólida atalaya

portadora de su duro nacimiento

que en silencio y solitario ahora contempla

el talle bullicioso que la abraza.

 

MINA, ARTE Y ALBERO

(Linares)

 

La efigie de un torero

de estirpe legendaria

encabeza la antesala

del coso donde hallara

la muerte por una cornada.

 

Islero tenía por nombre

el macho fuerte y bravío

que allí mismo lo matara

desgarrando con su cuerna

un rincón de sus entrañas.

 

Linares fue minería.

Con el ritmo de tarantas

es capital del flamenco

y de ella sus cantaores,

que Carmen Linares comanda,

recorren de norte a sur

todos los puntos de España.

 

La ciudad es navegante

del océano de esperanza

que extiende el olivar

hasta las sierras cercanas,

donde Palomo Linares

aprendiera a usar la capa

que tantas tardes de gloria

le dio sobre el recio albero

de las renombradas plazas.

 

Y el mítico Raphael

que tras décadas de andanzas

extiende por todo el mundo

la belleza de su arte,

la armonía de su voz

y el orgullo de una raza

nacida con la firmeza

de las minas ya cerradas

y con la tenacidad

de bandera desplegada.

 

El paseo de Linarejos,

su corazón y su alma.

La guitarra de Segovia,

la melodía que la aplaca

y el aroma del aceite

es la esencia que reparte

a quien quiere visitarla.

 

LA VILLA DE LA YEDRA

(Cazorla)

 

Nace de la sierra

casa a casa,

calle a calle,

plaza a plaza.

 

El ingenio de Vandelvira

esconde el río

y lo transforma en receptáculo,

en el corazón urbano

abrazado a los cantiles

que protegen el perfil

de la población serrana.

 

Un pasadizo oculto

con una leyenda flotando

de una mora transformada

en quimera y amenaza

hacia el varón solitario

que cruce los subterráneos

cuyo secreto resguarda

de las miradas furtivas

de quienes ignoran su drama.

 

El castillo en una peña,

en un risco dominando

el caserío que resbala

por el desfiladero imponente

culminando en la marea

de los olivares que avanzan

a lo largo del gran valle

bañado por el Guadalquivir

cuyo origen es el corazón

tierno, bravío y libre

de la inhóspita montaña.

 

LA QUIMERA

(La Tragantía de Cazorla)

 

El castillo en plena cumbre

a la entrada de la sierra

con Cazorla a sus pies

y las lomas junto al río

a resguardo de su impronta.

 

El caíd ve temeroso

el avance de las tropas

que los reinos castellanos

ya despliegan sin demora.

 

La belleza de su hija

ve en peligro y la oculta

en los fríos subterráneos

y allá marcha con sus tropas

a presentarle batalla

al enemigo que aguarda

en la cercanía frondosa,

a la entrada de las sierras,

a las puertas de Cazorla.

 

Es cruenta la disputa,

corre la sangre y aflora

de los cuerpos de soldados

que a la muerte se abandonan.

 

Castellanos y leoneses

 la altiva muralla toman

sin saber que en sus cimientos

oculta se halla la mora;

pues su padre ha fallecido

dejándola allí muy sola.

 

Los víveres se terminan

y de insectos se alimenta.

Se olvida la parca de ella

y en quimera se transforma.

Mitad sierpe es su apariencia

y la otra mitad es moza

con un aspecto terrible

que a los viajeros invoca

a alejarse del paraje

donde habita y los acosa.

 

Tragantía de Cazorla,

así la llaman ahora.

La que fue mujer hermosa

por razón de un mal destino

en leyenda de tragedia

es recordada sin honra.

 

Por las sierras escarpadas

 

sus lamentos enarbola

la que fuera joven bella.

El horror y la violencia

da por pago a quien invade

su guarida de leona

sabiendo que su existencia

está condenada a las sombras.

 

TRES REGALOS

(Baños de la Encina)

 

Quince torres arman la fortaleza.

Almohades y cristianos la refuerzan.

Atalaya sobre el río, fortificada,

contemplando el transcurso de los siglos.

Un castillo que jamás fue asediado

con las Navas de Tolosa muy cercanas

y el recuerdo de la histórica batalla

aún flotando en el aire del paisaje.

 

Camarín de belleza inenarrable

acoge al Cristo surgido del llano

con la luz que irradia hacia el pueblo

con la Virgen de la Encina acompañándolo.

 

Muchas fuentes y agua en abundancia

dan su nombre a este enclave jiennense.

La ermita, la iglesia y el fortín

forman trío y en sus calles son regalos

sorprendiendo al viajero y visitante

por las joyas que atesoran sus regazos.

 

Así Baños acoge a los foráneos

con el Cielo dibujado en la ermita,

su Cristo luminoso que da fuerzas

al alma del creyente avezado,

la Virgen que aparece en la encina

y el recio farallón fortificado.

 

                                                      

 

 

1 comentario:

Anónimo dijo...

Excelente Vicente, tanto la narración como tus poemas.