También Oporto y su hermana, Vila Nova de Gaia, forman parte de la historia más genuina de este país; sus plazas, monumentos y edificios históricos como la iglesia y torre de los clérigos, el palacio de la bolsa, la casa de la moneda entre otros y sus impresionantes puentes nos hablan de Alfonso Henriques, del infante Enrique el navegante, de Pedro IV, de Luis I entre muchos más. A su vez nos hablan de sus actividades agroindustriales, como la que dio origen al conocidísimo vino de Oporto.
Pero no solo de Oporto disfrutamos, también de Aveiro, esa ciudad salinera y playera con sus casitas coquetas, pintadas caprichosamente a rayas horizontales y verticales de colores.
El viaje hubiera quedado desvaído sin una buena organización. Y sí, ha vuelto a ocurrir; la unión del buen diseño de visitas, meticulosamente calculadas, la búsqueda de alojamiento y manutención con la mejor relación precio-calidad, el acierto en conseguir los mejores guías, ¡que para eso hay que tener olfato u oído, según nos contó Manolo!, junto con el buen rollo y la puntualidad de la gente han hecho un viaje de diez. Pues eso, enhorabuena y que vuelva a ocurrir.
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