15 de octubre de 2021

Conferencia “Las gorras de paja de centeno en el centro peninsular”, por D. Carlos del Peso Taranco, día 7 de octubre de 2021

 


Las gorras de paja de centeno son un conjunto único en la Península. 

Cubrieron las cabezas de las mujeres de Montehermoso, así como de las de Toledo, Guadalajara, Segovia, Cáceres, Salamanca, Ávila y Zamora. 

Se han encontrado vestigios en varias zonas de Galicia y en Albacete, así como en las comarca de La Jara y La Campana de Oropesa, con prolongaciones en los Ibores y el Campo de Arañuelo.

La gorra para la mujer es de forma alargada, el sombrero para el varón con una cinta de color.

Guadalajara aporta gorras de paja. Ya en el siglo XIX comienzan los adornos con capotas victorianas. 


La ela
boración de la gorra es similar en las provincias centrales: empezaba en la era con la recogida del bálago (paja larga de los cereales sin la espiga) que era realizada mayoritariamente por los hombres, mientras que las gorreras procedía a su clasificación por tamaños y eliminaban los nudos y camisilla. Posteriormente se remojaban en agua fría y se mantenían húmedos para que no se secaran. 

Para confeccionar la copa de una de estas gorras era necesario entre quince y veinte metros de trenza base y los encarrujados/lechugados (conjunto de adornos). 

Encontramos gran variedad de gorras de enrizos en otras zonas como el valle del Corneja, Bohoyo y el Alto Tormes.

    Salamanca, Ávila y Segovia son las provincias que presentan las gorras de centeno más adornadas (en Robledo) con paja abierta. Se usaban para lo cotidiano, nunca para las fiestas y las mejores galas. 

    Segovia tiene un único modelo, presenta homogeneidad con decoración de charoles en paja abierta, rematadas en los picos.

En todos los lugares, los lutos presentan telas de color negro. 

En la provincia de Ávila se muestra el mayor número de gorras y de gorreras activas. En Cáceres solo hay dos. Aquí la mayoría de las gorras salieron de las manos de las mujeres de las zonas del Valle del Amblés (con gorras que están adornadas con un corazón central), del Alberche, del Alto Tormes o de la Sierra de Ávila, donde pasaron a ser una de las señas más importante de la indumentaria de la zona.

    La mayoría se usaba con pañuelo para recoger el sudor y algunas iban forradas para evitar los roces de la paja. Hay gorras con picados en el Alto Alberche.

   Puntualmente se usaban pequeños espejos en los centros de las orejas, aunque normalmente iban sin ellos. Solo en Montehermoso y Salamanca los llevaban.

    La revisión de las gorras de paja en Extremadura está aún por escribir, aunque existe mucha documentación.

Tenemos tres núcleos: Montehermoso, Las Hurdes y Madrigal de la Vera. 

El sombrero jurdano de Las Erias, Bohonal de Ibor (Los Ibores). Son propios de Aldeanovita (La Jara toledana), en el Campo Arañuelo.

El profesor del Peso contó como en el pueblo de Solana (Ávila) montaban sus gorreras las bases y las enviaban a Montehermoso para completarlas y venderlas al turismo.

    Las gorreras aprendían de pequeñas el oficio con sus madres y solían elaborar las gorras para uso personal, pero a veces, algunas las vendían como fuente de ingreso adicional a sus escasas economías. En Aldeanovita ya no existen gorreras, se desconoce si las hay en Cañamero.

En Aceituna hacían sus propias gorras o eran compradas, también en Plasencia.

    Máxima Hernández García, hija de Ana García Ruano, creadora de los adornos de la gorra de Montehermoso (de espejo, de luto y de clavelera). No lleva decoración de paja abierta, sin embargo no siempre fue así, y estos matices convendría recuperarlos, sobre todo el uso de la paja abierta. Las cruces han desaparecido, son elementos arcaizantes, también la espiga. Incluso hay algunas decoradas con plumas de gallinas, de pavo real.

La labor artesana de la elaboración de las gorras, se encuentra en gran declive por la escasez de materia prima y el abandono de su uso tradicional. Además el turismo has dado la espalda a las artesanías tradicionales por tanto su uso es prácticamente exclusivo de los grupos folklóricos.

Otro problema es la falta de documentación e investigaciones rigurosas que conozcan las técnicas de fabricación y los modelos tradicionales más antiguos así como de reconocimiento de las gorras como bien de interés cultural . También sería de vital importancia su presencia de los museos provinciales y etnográficos.

Pero uno de los problemas mayores, es que faltan gorreras y por tano no existe relevo generacional que continúe con esta labor.

Este bien que forma parte de nuestra memoria y de nuestras señas de identidad se encuentra en peligro de desaparecer y es urgente su rescate antes de que sea demasiado tarde.




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