8 de abril de 2024

VIAJE A LLERENA, MINA LA JAYONA Y ERMITA DE LA VIRGEN DEL ARA

Foto de grupo

(Sábado, 6 de abril de 2024)

Un día un tanto gris y nuboso, con una temperatura agradable, nos acogió a los treinta y dos socios que compusieron la expedición. Hubo un añadido espectacular con el paisaje, que nos regaló un aspecto exuberante y florido no contemplado desde hacía bastantes años. El amarillo de las aulagas, el fuerte morado del cantueso, el más suave de las jaras blancas y, sobre todo, el blanco casi níveo de la pringosa, daban un colorido y un decorado lleno de belleza a las sierras cercanas a la Campiña Sur.


Se inició la visita en la Mina de la Jayona, explotada por los romanos, en explotación en distintas fases y cerrada a partir de 1921. La demanda de hierro la hizo muy rentable durante la I Guerra Mundial. Impacta el trabajo que la Naturaleza ha realizado en sus galerías abandonadas por el factor humano, cada vez más cubiertas de higueras, zarzas y helechos y ocupadas por numerosas especies de aves y anfibios, también rapaces, como el búho. Elegida “Monumento Natural” por su diversidad vegetal, animal y por hallarse en su interior una falla vertical visible, un accidente geológico poco común.

Continuamos hacia la ermita de la Virgen del Ara, llamada la “Capilla Sixtina de Extremadura” por representar en su bóveda y paredes escenas del Génesis, Antiguo Testamento y Nuevo Testamento. Artísticamente interesante, aunque los frescos presentan un cierto deterioro. Su interior está formado por una sola nave, una bóveda de cañón y un retablo mayor de origen barroco.

Tras comer bien en el Mesón “La Fuente”, en la cercana Fuente del Arco, una comida casera de bastante calidad y lugar recomendado para otra ocasión, nos desplazamos a la monumental Llerena de gran relevancia durante la Edad Media, el Renacimiento y el Barroco, llegando a tener siete conventos en el siglo XVI. Fue sede del tercer tribunal de la Inquisición de España y una gran actividad cultural en esa época. Conocimos los restos de su antigua muralla urbana del siglo XIII, la iglesia de Nuestra Señora de la Granada

con su magnífica torre barroca y su balconada con arcos del siglo XVIII. El convento de Santa Clara, que guarda como joya excepcional un San Jerónimo de Juan Martínez Montañés, además de los dulces de las monjas, el palacio de los Zapata, con su patio mudéjar, en una vista exterior. Una visión bastante completa de la riqueza artística de la que fue una de las poblaciones más importantes de Extremadura, múltiples sensaciones y nuevos conocimientos en este viaje agradable y bien sazonado con el esplendor del paisaje extremeño.

Texto de Vicente Rodriguez Lázaro (escritor  y socio de Adaegina)


Completamos esta reseña con dos poemas de nuestro socio Vicente Rodríguez Lázaro acerca de dos de los motivos de la visita realizada.

 

INQUISICIÓN E HISTORIA


(Llerena)

 

En una campiña extensa

con su blanco caserío

Llerena expande su sábana

de blancas connotaciones.

 

Destaca sobre la llanura

la torre ocre y esbelta

con su barroca fachada,

rostro sublime y excelso

de la iglesia principal:

Nuestra Señora de la Granada,

la luz de la Plaza Mayor,

de Llerena su semblanza.

 

La Inquisición allí tuvo

un tribunal de importancia

para toda la región,

de la religión su espada,

de la represión su imagen,

aún la Historia la recuerda.

 

De las murallas antiguas

un buen lienzo se despliega.

De cuatro puertas que hubo

sólo la de Montemolín contempla

los perfiles del presente.

 

Conventos y monumentos

unos pocos se conservan,

la iglesia de Santiago,

el convento de Santa Clara,

el Hospital de San Juan de Dios

quedan como referencia

de un pasado deslumbrante

hoy hundido en el recuerdo

de históricas contingencias.

 


HIJA DE LA SIERRA


(Mina de la Jayona)

 

Los hombres cercenaron la tierra

buscando su riqueza oculta.

Trazaron galerías rectas y firmes.

Crearon parajes íntimos,

minimalistas y rojizos

Pequeños desfiladeros

y rincones dominados

por geodas de belleza primordial.

 

El hombre ha abandonado

sus búsquedas de antaño

y ha dejado en manos

de la Naturaleza

la continuidad de su tarea.

 

Y ella ha desplegado su arte

creando un paraíso minúsculo,

entrañable y hermoso.

Un reino vegetal personal,

singular y atractivo

hoy dispuesto y aquietado

para recibir al visitante.

 

Una muestra del poder

que la Madre Tierra expande

más allá de las acciones

efímeras y soberbias

de los seres humanos,

con la templanza de la armonía,

la seguridad del acto meditado,

la precisión de la fuerza telúrica

que dirige el mundo

desde su inicio.

 

La Jayona ha trascendido

a la paternidad del hombre

y, una vez abandonada,

se ha transformado

en la hija exuberante

de la sierra maternal.

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