5 de octubre de 2022

Textos viajeros: La Rioja (Historia, arte, cultura, ríos, montes y viñedos)

 


TEXTOS VIAJEROS

LA RIOJA

(HISTORIA, ARTE, CULTURA, RÍOS, MONTES Y VIÑEDOS)

Por: Vicente Rodríguez Lázaro

(Escritor y socio de Adaegina)

 

 

                        UN PRIVILEGIO DE LA NATURALEZA

                                              (LA RIOJA)

Un territorio con las estribaciones de la Cordillera Cantábrica al norte, la Sierra de la Demanda al sur y sus inmensos valles bañados por los ríos Ebro, Oja y sus diversos afluentes, entre los que destaca el Najerilla, inmensas extensiones de viñedos perfectamente alineados, con bodegas excepcionales en todas las poblaciones, destacando por su cantidad e importancia las ubicadas en Haro, además de un sinfín de huertas con una producción copiosa, un nivel de vida elevado en sus poblaciones, destacando en ese sentido Logroño, que acoge algo más de la mitad de los trescientos mil habitantes que conforman la región, con una mezcla de arte, historia, modernidad bien trazada, bienestar, seguridad y riqueza junto a la citada Haro, Calahorra, Alfaro, Arnedo, Cenicero, Nájera, Briones, Fuenmayor, Anguiano, Santo Domingo de la Calzada, San Millán de la Cogolla, Torrecilla de Cameros, monasterios como Suso, Yuso y Valvanera, junto a otros, sin olvidar que en el primero surgió la lengua española, San Vicente de la Sonsierra, con los “picaos” y una buena cantidad de pequeñas poblaciones integradas en unos paisajes magníficos y que conforman quizás la Comunidad Autónoma más rica y con mayor poder adquisitivo de España.

Los poemas y relatos que a continuación se presentan intentan destacar estos aspectos esenciales, adornados con personajes de ficción e historias donde se combinan el arte, los sucesos históricos y la fantasía para sumergir al lector en esta maravilla de la Naturaleza, cultural y social que es La Rioja, un gozo para los sentidos y para la vida.

  

LA ARMONÍA DEL PRESENTE

(Logroño)

Junto al Ebro detiene sus pasos

el núcleo esencial de La Rioja.

 

Casco antiguo sencillo y remozado

con dos calles únicas en su inicio.

 

La rúa Vieja y la rúa Mayor.

De ellas nació su idiosincrasia.

Tras ellas cabalgó toda su historia.

 

Desde las torres de la Concatedral

con sus serenos vestidos barrocos

hasta el paseo del Espolón

dando oxígeno a sus habitantes,

 

Logroño da un vuelco formidable

a sus vías de modernas concepciones,

amplias, paralelas, comerciales, peatonales,

ofreciendo sensaciones de arterias futuristas.

 

Un paseo por sus calles transmite

la agradable experiencia de una ciudad pequeña

de inmensas proporciones virtuales.

 

Junto a sus viejos edificios centenarios

el recogimiento y la solemnidad

de templos como Santiago el Real

o palacios como el de los Chapiteles

expande un regusto entrañable

de un pasado sólido y esplendoroso.

 

Las avenidas nuevas rezuman

esa riqueza evidente de una urbe próspera.

Tiendas espaciosas y bien dotadas,

materiales lujosos en sus fachadas,

acogida agradable en sus rincones,

espacios fáciles de recorrer

con pasos cadenciosos y apacibles.

 

Hay una plaza de la que reniegan

los viejos logroñeses al visitarla

y lanzan sus protestas sonoras

sobre la escasa armonía de sus arcos.

 

Es el único borrón en una ciudad

donde las líneas se enfilan buscando

la belleza hasta remansarse

 en el cauce del Ebro que la abraza.

 

En sus antiguas callejas atesora

las mejores viandas,

los caldos gustosos que ofrece al viajero

con la prestancia de su experiencia

de tomar de la tierra sus ricos presentes

para transformarlos en los adornos

de una región privilegiada

por el deambular de dos ríos

y la protección de dos sierras

que de norte a sur la acompañan.

 


                                          REVELACIONES

                                                (Logroño)

Se había alojado en el hotel Condes de Haro, muy cerca de la Gran Vía logroñesa, el auténtico corazón de la capital riojana. Hacía diecisiete años que había ido por primera vez a visitarla y ahora había decidido regresar para comprobar si las sensaciones positivas que experimentó en ese momento permanecían en su ánimo o, por el contrario, descubría en la actualidad que había sido una ilusión momentánea.

Descansó durante la noche de su llegada. Recuperó las fuerzas gastadas después de seis horas al volante y, una vez fresco, se lanzó bastante temprano a las calles para recorrer las vías, plazas, avenidas y paseos de la urbe bañada por el Ebro. Dejó atrás la zona moderna y se acercó al Arco del Revellín. A su entrada se le aproximó un hombre con vestimenta antigua, probablemente del siglo XVII, y le ofreció un pequeño recipiente de barro para que bebiera e instándole a hacerlo con presteza.

 - ¡Bebed, bebed, noble viajero! Probad las delicias de nuestra tierra y experimentaréis sus maravillas.

Raúl, que así se llamaba el visitante cacereño, le sonrió y aceptó el regalo. Bebió hasta agotar la pequeña vasija y saboreó el excelente caldo que contenía. Devolvió el botellín al lugareño y este desapareció tras el arco dirigiéndose hacia la calle Barriocepo, allí donde se exhibía a los condenados para el escarnio público en cumplimiento de sus sentencias.

Se introdujo en el Revellín y ascendió hasta la muralla. Ahí recibió la primera de las sorpresas que iba a experimentar en aquella jornada. Desde su posición el paisaje se había transformado. Los edificios y paseos habían desaparecido y en su lugar solo se contemplaba una explanada hasta el río. Se veían acampadas las que parecían las fuerzas enviadas por el rey francés Francisco I, al mando de André de Foix, señor de Asparrot, para sitiar la ciudad en 1521, viéndose sorprendentemente inmerso en la defensa frente al duro cerco. Fue testigo de la decisión y la valentía de los defensores, cómo se multiplicaban ante el empuje insistente de los franceses. Finalmente pudo comprobar cómo se retiraban ante la incapacidad de penetrar en la urbe y con el regocijo de los logroñeses del momento. Algo debía de contener el vino que le ofreciera aquel extraño personaje para percibir aquella alucinación que le había llevado a viajar en el tiempo cinco siglos atrás.

Salió de la antigua fortificación y sin haberse recuperado de la experiencia inesperada del Revellín, bajó por la citada calle Barriocepo. Ahora fue el Medievo quien se le presentó con toda intensidad: mercaderes, vinateros, sentenciados sujetos a los cepos... Varias mujeres de distintas edades se le acercaron y le hicieron una pregunta un tanto extraña para él.

— ¿Crees que somos culpables?

— ¿Culpables de qué? ¿Quiénes sois? — Preguntó a su vez algo consternado.

— Nos trajeron desde Zugarramurdi, en Navarra. Nos acusaron de brujería y nos quemaron en la hoguera. Éramos inocentes.

— Sé que uno de los inquisidores declaró posteriormente el error cometido por el Tribunal de Logroño, el que os juzgó. La Historia ha reconocido vuestra inocencia.

— Te agradecemos esta revelación. Ello nos permitirá al fin abordar el tránsito con la serenidad que nos faltaba. Te aseguramos que no fuimos adoradoras del diablo ni brujas. Algunas de nosotras solo fuimos curanderas que hicimos mucho bien y nos lo pagaron con una falsa acusación y con unas muertes crueles.

— Id con Dios. Él os recibirá y os hará la justicia que realmente merecéis.

Las mujeres sonrieron y se esfumaron de inmediato. Raúl continuó su camino y la calle recuperó la normalidad del presente.

Al llegar al actual Museo de La Rioja apareció en sus puertas un personaje muy conocido en la ciudad, en el país y para la Historia, el general Baldomero Espartero, que luchó en las Guerras Carlistas, en Sudamérica, y que fue en dos ocasiones Presidente del Consejo de Ministros de España. Un gran militar y político que se vio al final exiliado y que acabó retirándose de la política. Esto último se veía reflejado en la expresión del ilustre general en su encuentro con Raúl.


— Mi general. Le he reconocido. Sé que su presencia es una ilusión, como las anteriores, provocadas por ese mejunje que me dio aquel individuo que me abordó a la entrada del Arco del Revellín; pero no me importa. Estoy disfrutando con estas visiones.

— No son ilusiones — contestó el general —. Antes había verdaderos alquimistas que alcanzaron un progreso incluso inimaginable en estos tiempos tuyos. Mezclada con el vino que bebiste había una fórmula que produce viajes interdimensionales que permiten no solo viajar en el tiempo sino entrar y salir a través de portales de acceso a diferentes dimensiones. Eso es lo que te está sucediendo, sin duda. En cuanto a mí, querría expresarle a alguien del futuro mi decepción por el trato que recibí después de mis servicios al país. Deseo denunciarlo ante alguien y tú has sido el elegido.

— Y se lo agradezco, mi general; pero creo que esto que afirmáis con veracidad y justo resentimiento ha sido reconocido en los libros actuales dedicados a la investigación histórica.

— Me alegro y te lo agradezco. Sufrí mucho en ese momento y han quedado secuelas en mi alma.

— Curad y serenad vuestro espíritu. Marchad en paz. Sois un gran hombre para las generaciones posteriores.

Después de este último encuentro, durante los sucesivos días de su estancia en Logroño, no volvieron a producirse más situaciones fantásticas como estas y Raúl no solo reafirmó su sentir acerca de la urbe riojana sino que regresó a Cáceres con la convicción de que la propia localidad, merced al cariño manifestado por el visitante, le había abierto de manera excepcional las puertas de algunos de sus enigmas más ocultos en consideración con su actuación y talante con ella.

 

  

LA MURALLA DEL VINO

(Laguardia)

Erigida en un firme altozano

es Laguardia una seria fortaleza

esculpida en la piedra sobre el suelo

de una sólida y fornida meseta.

La dotó Sancho el Fuerte de Navarra

de murallas seguras y de almenas

para hacer más certera su defensa,

forjando sus casonas y palacios

con el aire medieval que aún conserva.

 

El turismo, las cepas, los recuerdos.

El empaque de sus recias iglesias.

Una bella portada va narrando

la vida de la Virgen con la técnica

aplicada a las soberbias figuras

con la luz señalando en el retablo

que conforma la historia de la puerta.

 

San Juan, Santa María de los Reyes,

dos templos de factura muy señera,

plazas, adarves, torres y callejas.

Cinco entradas al recinto murado.

Samaniego con sabias moralejas.

 

El vino gestado entre viñedos,

durmiendo y fermentando en las bodegas

vistiendo de prestigio y de progreso

a esta perla de La Rioja Alavesa.

 

 

 

 

                                   LA LECCIÓN DEL REY

                                              (Laguardia)

A lo largo de su tránsito, algunas almas ya desencarnadas recibían el don de retornar al lugar de su anterior existencia para rememorar algunas de las visiones y vivencias adosadas aún a su ser mundano.

A quien antes fuera el rey Sancho el Fuerte de Navarra se le había permitido un breve regreso a la pequeña ciudad cuyas murallas él mandó construir y esto se produjo el mismo día que la reina Isabel II de Inglaterra fallecía, el jueves día ocho de septiembre de 2022.

A lo largo de su paseo por las calles estrechas halló numerosos cambios y se cruzó con numerosos visitantes vestidos de manera extraña para él. Comprobó la inimaginable evolución de las casonas, antiguos palacios y las dos iglesias, sobre todo en Santa María de los Reyes, en la que asistió al audiovisual de la portada policromada, maravillándose de los adelantos, de los tiempos y de la narración que de la vida de la Virgen se hacía ante los viajeros.

Quedó impresionado y muy orgulloso de la evolución de su antigua ciudad fortaleza y asistió también al humilde espectáculo de los danzarines del reloj que a las cinco de la tarde congregaba, además de a otras horas, a un buen número de visitantes en la Plaza Mayor.

Se sentó un momento en una de las terrazas para contemplar con más detenimiento el ambiente cosmopolita de una villa entregada a la elaboración del vino y al turismo. En ese momento llegó un guía joven con un grupo al que le explicaba las excelencias del lugar a un grupo de ingleses y al llegar a la altura de otro de españoles, sin venir a cuento, les espetó: “Si supieseis idiomas os habríais enterado de lo que les he explicado a estos turistas”. Estos, perplejos, no reaccionaron ante la insolencia sin sentido del guía que continuó con sus acompañantes a través de las calles contiguas.

El rey se incorporó al grupo hasta que el soberbio muchacho les concedió un tiempo de descanso y él quedó solo, sentándose en un banco algo más apartado de ellos. El visitante del tiempo se acercó a él, se sentó a su lado y le habló con firmeza.

— ¿Por qué has faltado al respeto a esa gente?

— ¿Quién eres tú? Tampoco sabes idiomas, según deduzco.

— Eres un ignorante que no entiende nada. Por esa razón pasarás a ocupar el puesto que mereces y lo harás hasta mi próxima visita — tocándole el hombro.

El guía desapareció de inmediato. El grupo quedó a la espera de su reaparición. Sancho el Fuerte se aproximó a ellos y les dijo que regresaran al punto de información turística para que les adjudicaran un nuevo guía; pues el que les había acompañado se había tenido que marchar con urgencia.

Al día siguiente, a las cinco de la tarde, reaparecieron los tres danzantes del reloj. El muñeco del medio tenía un extraño parecido al joven guía. Era el oficio que el fantasma del rey le había adjudicado como penitencia a su falta del día anterior.

 

  


LA FUENTE Y LA PALABRA

(Suso y San Millán de la Cogolla)

Arriba en la sierra,

entre humildes piedras monacales,

nació la palabra como el gran río

que se inicia en una fuente

surgida de la profundidad del misterio

subterráneo y aferrado

al corazón ignorado de la tierra.

 

Descendió por las laderas

hasta el remanso de Berceo

y allí creció entre versos

y austeras cuadernas vías

para habitar el retiro imponente

de San Millán de la Cogolla.

 

Suso y Yuso,

nacimiento y desarrollo

de la lengua castellana.

De trazas visigóticas el de la montaña,

grandioso y solemne, el del valle.

 

El monje Gonzalo cantó sin tiempo

allí los Milagros de la Señora

y encendió la hoguera inextinguible

de la lengua que ha extendido

el sentir de España por el mundo.

  

 

                        UNA ENTREVISTA INSOSPECHADA

                                           (Suso y Yuso)

En el monasterio de Suso (el de arriba) existen tres estilos arquitectónicos correspondientes a tres diferentes épocas de construcción: el mozárabe, el más cercano a la cueva original donde habitó San Millán después de su aprendizaje con San Felices en Haro, el visigodo y el románico.

Félix era un periodista y escritor prolífico que había llegado a San Millán de la Cogolla y a Suso con la emoción de quien era consciente de la importancia de aquel lugar y de la trascendencia que para su oficio habían tenido San Millán, el primer eremita conocido, y Gonzalo de Berceo, que con sus “Milagros de Nuestra Señora” había dado un salto del latín a esa nueva lengua que ya comenzaba a usar el pueblo llano y se iba separando poco a poco de la lengua de los romanos, desaparecidos ya como imperio y como civilización dominante e influyente desde hacía tiempo.

Al finalizar el último turno de visitas al monasterio, Félix se camufló hábilmente tras las tumbas de la cueva. La guía cerró la puerta del recinto y el silencio de los siglos se adueñó del mismo. Entonces, el visitante intruso salió de su escondite y, consciente de su soledad, se sentó sobre una de las tumbas antropomorfas decidido a pasar la noche en el interior de aquel recinto histórico intentando percibir las sensaciones que creía que se iban a producir en las horas nocturnas.

Un hombre de edad muy avanzada, barbudo, vestido con un hábito negro y apoyándose en un gran cayado, entró en el eremitorio, se dirigió hacia el hombre, se colocó a su lado y le habló con solemnidad y sencillez.

— Me alegro de poder tener un acompañante que no teme a los fantasmas. He pasado durante muchos siglos un verdadero aburrimiento y desolación al no poder hablar ni compartir mis ideas y sentir, mi gran fe, con nadie tras mi marcha. Sé por tanto bienvenido a esta humilde morada de contemplación y de reflexión.

— ¿Quién eres tú? ¿Acaso San Millán de la Cogolla?

— Sí. En realidad me llamaba Emiliano y viví como eremita aquí, cuando esto era poco más que una cueva. Sobreviví con los recursos que la Naturaleza me proporcionó y ello me ayudó a conocer a Dios más a fondo, siempre alejado de los hombres y de sus devaneos mundanos.

— ¿Cómo pudiste soportar la soledad y las privaciones durante tantos años en un lugar tan hermoso, eso sí; pero inhóspito?

— Mi gran fe en Dios me ayudó a no necesitar de la mayoría de las cosas que el resto de los hombres ven imprescindibles. Construí una pequeña huerta y gran parte de mi tiempo lo dediqué al rezo y a la meditación, al acercamiento progresivo al Padre, además de ayudar a todo aquel que lo necesitaba, compartiendo lo que tenía y orientando y aconsejando, siempre guiando hacia la doctrina de Cristo, a quienes caminaban desorientados.

— Sabes que el pueblo cercano lleva tu nombre. ¿Qué sientes ante esto?

— No viví creyendo o pensando en ello; pero en mi situación actual me agrada, más que por mi recuerdo por el hecho de que de alguna manera se relacione mi vida con Cristo y su mensaje y me recuerden por esto.

Unos instantes después apareció un nuevo clérigo, alguien que también se crio en el monasterio de Suso y al que se debieron los primeros textos en una rudimentaria lengua castellana.

— Para mí es un honor y una alegría poder encontrarme contigo, Millán, padre espiritual de nuestras tierras y vidas.

El nuevo personaje se inclinó ante él y después lo abrazó, siendo correspondido por el santo riojano.

Ambos se sentaron junto a Félix y este se identificó como Gonzalo de Berceo.

— Gonzalo, “Los Milagros de Nuestra Señora” supusieron el inicio de la lengua que, entre otros, tengo el placer de practicar hablando y escribiendo. Te doy las gracias por ello.

— Intenté adaptar el latín a las gentes, al pueblo que ya comenzaba a hablar en una lengua diferente entre ellos y que poco a poco se iba alejando de sus inicios. Comencé con unas anotaciones traductoras en los márgenes de un códice. Finalmente decidí escribir varias obras en esta nueva lengua hasta llegar a la que has citado que, al parecer, ha sido la más conocida y reconocida.

Tras unas horas de conversación, San Millán y Gonzalo de Berceo se marcharon de la misma manera, antes llenaron de revelaciones al visitante, cuyo oficio era fundamentalmente el de periodista y que ante el singular suceso que acababa de experimentar decidió realizar un reportaje acerca de ambos personajes y, para iniciarlo, se sirvió de la cuaderna vía como instrumento de homenaje al clérigo y escritor berciano de tanta trascendencia para el español. Y lo hizo de esta manera:

“Un día decidí quedarme bien oculto

pensando en la noche recibir el indulto

de tal atrevimiento lejano del insulto

escondido en la tumba, simulando mi bulto.

 

Quería pasar horas en silencio divino

transcurrido el rigor del calor vespertino.

Profunda reflexión, decisión con tino

que avivara con fuerza mi futuro camino.

 

Y fue ante mi sorpresa que una aparición

del alma de Millán causó consternación

en mi ser convencido frente a la bendición

de que el santo riojano tuviera tal reacción.

 

Y sus sabias palabras mi mente esclarecían,

de tal conversación ideas florecían.

Mi espíritu sintió todo lo que decían

las crónicas antiguas que al santo conducían.

 

Llegó después Gonzalo, en Berceo nacido.

Para forjar la lengua había sido escogido.

Reveló generoso ras su buen recorrido

que corrió ese riesgo con razón y sentido.

 

Y llegó la mañana, cuando ya se marcharon.

Sus profundos mensajes en mi alma sembraron.

Comencé esta crónica que ellos me inspiraron

para hacer homenaje a quienes la crearon”.

 

De esta manera inició la crónica, después la continuaría en la redacción del periódico de Logroño en el que trabajaba. Un reportaje sobre estos dos símbolos emblemáticos podría llegar a interesar a los lectores si la construía con el debido acierto y precisión.

La guía abrió el monasterio para iniciar las visitas, cada vez más numerosas. Su sorpresa fue monumental al ver a Félix sentado en una de las tumbas de los antiguos eremitas. Al preguntarle esta sobre el motivo de su estancia allí, este dijo que se ensimismó con la cueva y al final se quedó encerrado sin que ambos repararan el uno en la salida inmediata y la otra en su presencia. La muchacha le interrogó acerca de por qué no avisó con el móvil a la Guardia Civil del puesto cercano para que lo rescataran y él, antes de abandonar el lugar, le contestó que había sido una noche muy divertida y que había gozado de muy buena compañía, ante la estupefacción de la joven que observó enmudecida cómo desaparecía más allá de la salida, entrando en su automóvil y tomando la carretera del pueblo cercano.

  

 

LOS CÍCLOPES VIGILANTES

(Mallos de Anguiano)

 

El camino hacia Valvanera

se estrecha en las montañas

que se alzan en busca del cielo

con sus cuchillos en pie

y cortando las nubes

en hilos rodeando

los cíclopes de piedra

que escoltan el paso

de los peregrinos hacia el monasterio.

 

Los Mallos inmensos

dividen a Anguiano

en tres barrios mellizos.

 

Solo los allí nacidos

acceden con sus zancos

hasta las calles ocultas

en las escarpadas laderas.

 

El río Najerilla abre las sendas

a los visitantes deseosos

de arribar hasta la mística

del cenobio recostado

en la sierra intrincada.

 

Divisar esos paisajes abruptos

despierta siempre la sensación

de pequeñez existencial

en quienes los contemplan.

 

Preparan las almas

ante la cercana presencia

de la Patrona que yace humilde

en un rincón de la ladera.

 

  

DE UN SANTO Y UN MILAGRO

(Santo Domingo de la Calzada)

 

De Valvanera a San Millán

Domingo toma a San Benito

como modelo de su existencia.

 

Hizo un camino de peregrinos,

una iglesia, una ciudad

que hoy le debe toda su historia.

 

Los mercaderes, los artesanos

dieron prestigio y un gran impulso

en el Medievo, durante siglos.

 

Santo Domingo construyó un puente

para cruzar el río Oja

en el Camino de Santiago

y la ciudad sigue creciendo

en importancia y solemnidad.

 

Una leyenda, historia intensa,

de un gran milagro

que hizo justicia

frente al despecho

de una mujer.

 

Una oración como recuerdo

de aquel suceso extraordinario

que hoy memoriza

todo viajero:

“Santo Domingo de la Calzada,

que cantó la gallina

después de asada”.

                 

 

LA VOZ DE LAS TUMBAS

(Santo Domingo de la Calzada)

Una ciudad construida para los peregrinos, un puente para facilitar su paso. Así nació esta villa a manos y por acciones del fraile Domingo. Hoy, la catedral se muestra y abre al público acompañada de una torre barroca monumental separada del edificio principal a causa de las corrientes subterráneas que provocaron las caídas de otras dos anteriores.

Juan, un día más, había guiado a un grupo de turistas a lo largo y ancho del amplio templo y sus explicaciones, como de costumbre, habían resultado excepcionales. Nadie radiografiaba las catedrales como él. Sus afirmaciones no solo entraban en el terreno de lo particular del monumento sino servían para cualquier otra iglesia de estas características de cualquier localidad española.

Juan se acomodó un rato para recuperar el fuelle en el coro central. Había finalizado su intervención con el último turno del día, la catedral estaba ya cerrada. Entornó los párpados y se relajó. Unos segundos después le llegó un olor pestilente. Era un hedor a putrefacción que, conforme transcurrían los segundos, resultaba más insoportable.

Se levantó alarmado y se dirigió hacia el punto de donde procedían aquellos efluvios tan desagradables. Era a la entrada, en el espacio donde se alineaban las antiguas tumbas, de cuyos agujeros aparecían unas emanaciones etéreas que iban formando unas siluetas de apariencia humana, erectas y quietas sobre las placas de piedra que conformaban cada uno de los enterramientos. De la más próxima surgieron unas palabras.

— Juan. Ha llegado el momento de que las ánimas de los seres que aquí reposamos nos presentemos ante ti para agradecerte el hecho de que nos des a conocer ante los viajeros y peregrinos que visitan este lugar.

— Es necesario. La gente tiene que saber de vuestra existencia y presencia en la catedral a lo largo de varios siglos. Fuisteis muchos quienes reposasteis bajo este suelo formando parte del alma en este templo sagrado. Además, siempre aprovecho para dar las razones higiénicas por las que se eliminaron los enterramientos no solo aquí sino en todas las iglesias.

— Nuestras vidas y muertes estuvieron siempre unidas a la catedral. Nuestras almas se hallan a la espera del tránsito y de su destino eterno. Esta es la razón por la que continuamos vagando por estos espacios santos. Nunca solemos manifestarnos; pero hoy considerábamos que debíamos presentarnos ante ti y agradecer tu gesto.

— Seguiré contando vuestras historias y la importancia de vuestros pasos y existencias para el mantenimiento de este gran templo. Deseo que descanséis en paz y que vuestro destino eterno esté al lado del Padre.

Las formas etéreas se deslizaron de nuevo al interior de las tumbas. Al desaparecer, el olor desagradable y acre fue sustituido por un perfume exquisito que se prolongó durante un tiempo y que se extendió por toda la catedral. Juan se arrodilló frente al retablo de la nave central y rezó con fervor durante unos minutos antes de marcharse.

Todos se extrañaron de verle sonriendo por la calle. No era normalmente muy proclive a ello, lo que extrañó sobremanera a los vecinos y conocidos con los que se cruzó.

Acababa de recibir el mejor regalo que su dedicación a la catedral merecía y ello le hacía feliz al sentirse reconocido por los hijos de la eternidad.

 


NOBLEZA Y VINO

(Haro)

La riqueza de la tierra

mimada por dos ríos

concentra sus dones

en las cercanías

de una villa antigua

de trazos señoriales

en su casco histórico.

 

Santo Tomás, recios palacios,

calles forjadas con galerías,

la torre gótica de los Salcedo,

aires romanos y medievales,

Renacimiento y lujos pasados.

Y el plateresco dejando huellas.

 

Amplias bodegas de gran prestigio,

caldos forjados con elegancia

que en todo el mundo

esculpen la fama

de sus viñedos privilegiados.

 

Haro recibe a los viajeros

con una fiesta donde abundante

el vino corre por las gargantas

de quienes se acercan a sus rincones

teñidos de rojo hasta la noche.

  

 

                                         EL REENCUENTRO

                                                      (Haro)

Hacía veintidós años que el padre de Angustias había muerto en Haro, la capital riojana del vino, repleta de bodegas de prestigio y de otras muchas familiares. Se respiraba la fiesta por todos los poros cuando bajó del autobús. Formaba parte de una excursión organizada por una asociación cultural cacereña que tenía su centro en Logroño y desde donde se desplazaba cada día a una zona diferente dentro de La Rioja. Ya habían visitado la propia capital, San Millán de la Cogolla, los monasterios de Suso y Yuso, Nájera, Briones, San Vicente de la Sonsierra, una incursión en La Rioja Alavesa en Laguardia, Santo Domingo de la Calzada y finalmente en Haro, culminando aquí el periplo cultural por la privilegiada región.

La llegada a la ciudad coincidía con la celebración de una de sus fiestas más importantes, la de su Patrona, Nuestra Señora de la Vega. De hecho, al descender del vehículo junto al moderno complejo deportivo y ascender hasta la calle de la Vega pudieron contemplar el desfile de gigantes y cabezudos acompañado por numerosos habitantes de la localidad.

Tras visitar la iglesia de Santo Tomás, con su monumental torre barroca, una de las más artísticas e importantes de toda la región, el palacio Paternina, admirar el plateresco, los restos del antiguo castillo y las calles de aire medieval con sus casonas y blasones, el grupo acabó en la Plaza Mayor, donde tuvieron un tiempo de descanso que ella aprovechó para sentarse en un banco a la sombra, protegiéndose de los rigores del día veraniego septembrino.

Atravesando la plaza de lado a lado, y dirigiéndose hacia el banco donde ella se encontraba, en medio de las peñas que daban colorido y música a aquel espacio emblemático, apareció una figura sobradamente conocida por Angustias, un personaje que hacía veintidós años que había desaparecido de su vida. Tenía cuarenta y siete años cuando murió su padre de una forma inesperada en un lugar también inesperado. Ahora, cumplidos ya los sesenta y nueve, se presentaba ante ella en el mismo lugar donde exhaló su último aliento. A su edad y con su experiencia ya no le impresionaban ni los espectros, menos si se presentaban en pleno día y en un espacio público. Y menos aún si era su padre el aparecido. Se acomodó junto a ella y la miró con ternura.

— ¿Qué tal estás, padre? ¿Cómo lo llevas?

— Mejor de lo que pensaba en vida. Tu madre y yo estamos juntos y ello me está ayudando a adaptarme al tránsito.

— Imagino que habrás dejado atrás tus obsesiones sobre las enfermedades.

— Ese fue el primer aspecto que superé y que me dio serenidad. En el momento que abandoné el cuerpo noté un gran alivio y mi espíritu experimentó una sensación positiva indescriptible en el mundo material.

— Padre. Desde que te marchaste siempre me ha quedado una duda, la verdadera causa de tu muerte.

— Me encontraba especialmente mal y débil, me puse más nervioso de lo habitual y tomé una dosis más fuerte de los medicamentos de la aconsejada que me produjo un paro cardíaco irrecuperable; pero en realidad fue un accidente, no hubo intención por mi parte de suicidarme. Puedes estar tranquila sobre este aspecto.

— ¿Cómo está madre?

 — Muy bien, muy serena, feliz, igual que yo. Estamos en una situación que nos acerca a una existencia muy superior a la terrenal, al borde de la verdadera vida, la eterna. Nuestra espera nos hace vislumbrar la infinita dicha que nos aguarda. Puedes estar tranquila con respecto a los que fuimos tus padres.

— Y lo seguiréis siendo para siempre.

Angustias besó en la mejilla al padre. Este se levantó, anduvo unos pasos y desapareció como si cruzara una puerta interdimensional en medio de la plaza repleta de una muchedumbre festiva.

Al regreso, en el autobús, la mujer sonreía recordando aquello que le había revelado el padre desencarnado, comprobando que el esfuerzo y la bondad de sus progenitores en vida estaban dando un resultado muy positivo para su futuro, también una esperanza firme de que el sufrimiento bien encajado en este mundo sumaba enteros para la posterior salvación y felicidad eternas.

 


LA FORTALEZA RIOJANA

(Briones)

Sobre una meseta bien conformada

con el río Ebro junto a sus pies

Briones extiende su gran nobleza

con los blasones dando la cara

al visitante que la recorre.

 

Extensión amplia de sus viñedos

y bodegas con faz muy futurista,

murallas recias, nobles casonas,

calles estrechas y tortuosas

bien perfiladas con el paisaje.

 

Torre barroca de porte lujoso

que se alza soberbia

en plena villa.

 

Secular rastro para la Historia,

fiel señorío de La Rioja

abierto a los campos

donde las cepas dibujan las líneas

de un horizonte esplendoroso.


 

                               EL BOTICARIO DEL TIEMPO

                                                  (Briones)

Briones posee un casco antiguo que culmina en los restos del castillo y en la iglesia de Santa María. Lucrecia se había desplazado desde Logroño hasta esta pequeña población repleta de casas nobiliarias y blasones. Había escogido una jornada en la que se representaba en las calles y rincones la historia de la ciudad. Abundaban las representaciones callejeras. La gente de la localidad se disfrazaba en su mayoría con trajes medievales y renacentistas muy cuidados, con simulaciones bien diseñadas que trasladaban a la población y a los visitantes al pasado de manera espectacular y atrayente.

La antigua farmacia de la ciudad, que tanto interés había despertado en el turismo que había visitado últimamente la villa, se había trasladado a la girola de la iglesia de Santa María, conformando un excelente museo que ahora atraía incluso a más viajeros.

Lucrecia padecía fibromialgia, esa enfermedad de dolor acerado e insistente que en los momentos más críticos convertía en insoportable la vida debido al sufrimiento. Por fortuna, ese verano parecía haberle concedido una tregua. El último ataque lo había sufrido a finales de mayo y en ese momento, dos meses y medio después, no había tenido molestia alguna, algo que le había permitido llevar un verano activo y viajero.

El día había transcurrido sosegado y divertido. La mujer había recorrido todos los puntos de interés de los diferentes recorridos. Hacía tiempo que no disfrutaba tanto de un evento. Había viajado sola, su hermana Patricia se había sentido indispuesta y se había quedado en el hotel Condes de Haro, en Logroño. Algo le había sentado mal la noche anterior, cuando recorrieron “la senda de los elefantes”. Se había pasado un poco en los riojas y las tapas y lo acusaba al día siguiente. Antonia se quedó recuperándose en la habitación del hotel. Sin embargo, Lucrecia tomó el autobús y decidió ir a Briones a disfrutar del festejo que sabía que estaba en su apogeo. Una intuición le decía que debería desplazarse hacia este lugar y experimentar aquella jornada singular con ese salto en el tiempo que a ella, muy aficionada a la Historia, le fascinaba de manera especial.

Santa María era sobre todo, en su interior, de estilo gótico isabelino. Además de su excelente factura y de sus retablos, el templo ofrecía una peculiaridad más, además del “museo de la botica”, existía un amplio diorama representando los principales rincones y monumentos del lugar, que servía de belén monumental durante el periodo navideño cambiando algunas figuras por las propias del festejo.

Lucrecia dejó para el final de la visita la entrada a la antigua farmacia. Se maravilló frente a los muebles, los tarros y los espacios que recordaban cómo era el establecimiento en la antigüedad. Al llegar al mostrador, situado en el lado contrario de la entrada, un hombrecillo muy mayor, prácticamente un anciano y vestido con ropajes medievales, le llamó la atención con una sonrisa amplia y reflejando sinceridad.

— ¿Tienes alguna dolencia? — Le dijo.

— Padezco de fibromialgia. ¿Tiene usted algún remedio para ello? — Preguntó siguiendo lo que pensaba que era un juego teatral.

— Si aguardas unos minutos te lo prepararé en un momento.

— Le esperaré con mucho gusto.

El “farmacéutico” se retiró a su pequeño laboratorio cercano y poco después reapareció con unos polvos en un botecillo de cristal y se los entregó a la mujer.

— Una cucharadita diaria antes de acostarte todos los días hasta que se acabe el contenido. No necesitarás más —. Tras decir esto se retiró al laboratorio y no volvió a salir.

La primera toma la hizo esa misma noche tras cenar en el hotel de Logroño. Desde esa misma jornada la mejoría fue evidente, desapareciendo el mal después de consumir por completo la fórmula. En principio, ella no tenía intención de tomar la supuesta medicina al creer que el “falso boticario” era solo un actor improvisado que estaba representando tal función. A pesar de ello, algo le decía que, en el peor de los casos, la “medicina” no le haría daño, jamás pensó que la iba a curar por completo, como así fue.

Lucrecia continuó visitando Briones en esas fechas durante varios años más. Jamás volvió a aparecer el anciano farmacéutico, tampoco la dolorosa enfermedad.

 


SURGIÓ DE UNA CUEVA

(Nájera)

Se produjo en la piedra,

en su seno bendito

por la Madre escondida.

 

Descubrió el rey navarro

la imagen de María,

un jarrón muy florido

junto a una campana

entre otros objetos

levantando el monarca

una ermita sencilla

forjada en las rocas

bien cercanas al río.

 

Y reposan los reyes

en pétreos sepulcros

junto con sus reinas

también enterradas.

 

Así adquirió Nájera

su antigua grandeza

de ciudad señera

con rango de dama,

capital del reino,

después postergado

al duro silencio

y al pérfido olvido

que tras el Medievo

reflejó la Historia.

 

Villa hoy riojana

suscrita a las cepas

que ocupan los campos

cercanos y henchidos

del alma de uvas

que estrujan su esencia

de vinos jugosos

que dan su riqueza

a los cosecheros,

a un mundo gozoso.

 

 

                                           LA VOZ REAL

                                                (Nájera)

Nájera es una ciudad que tuvo una importancia vital en la Edad Media sobre todo para el reino de Navarra. Desde que García III hallara la imagen de la Virgen en el interior de la cueva, junto al florero, la campana y otros objetos simbólicos, la trascendencia de la villa no paró de crecer hasta convertirse en residencia de reyes y reinas, algo que se refleja en el panteón real situado a ambos lados de la caverna emblemática.

Anselmo, profesor cacereño, viudo y jubilado diez años atrás, recorría pensativo la nave central de la monumental iglesia de Santa María. Acababa de cumplir setenta años. No conocía La Rioja y había decidido emplear el mes de septiembre en recorrerla, aprovechando que sus dos hijos acababan de instalarse en Logroño, culminando el viaje en las Ferias de San Mateo de esta capital.

No sabía exactamente la razón; pero desde que se había convertido en septuagenario le invadía de una manera paulatina una inseguridad creciente. Era consciente de que el fin de su vida estaba ya relativamente cercano por razones de edad y, a pesar de que su salud era excelente y desarrollaba las actividades culturales y literarias que siempre le habían motivado, empezaba a sentir miedo y un pesimismo inexplicables en su situación de cierto privilegio. Temiendo caer en una depresión decidió hacer este viaje con el objetivo de mejorar su estado y de recuperar su natural dinamismo y brillantez. Las visitas a los monumentos riojanos, a algunas bodegas y, sobre todo, las noches en “la senda de los elefantes” parecían haber calmado algo la ansiedad que llevaba acosándole los últimos meses.

Allí, en Santa María, comenzó a experimentar una mejoría aún más acentuada. Algo había en ese lugar de reflexión y recogimiento que estaba introduciéndose en su ánimo, en su mente, en su alma incluso. Parecía proceder de las tumbas reales que escoltaban la entrada de la gruta sagrada. Se acercó hasta ellas y las rodeó una a una. De pronto se elevó una voz extraña, singular en su concepción. Parecía una voz que recogía otras unidas, una mezcla muy sincronizada de voces masculinas y femeninas que se dirigían a él en ese momento por alguna razón aún inexplicable.

— ¿Qué te abruma, Adelmo? — Le decía — ¿Acaso no tienes motivos sobrados para estar tranquilo?

— ¿Quién eres?

— Quiénes somos más bien, dirás. Somos la voz de estos monarcas que aquí yacimos siglos atrás y cuyo halo se extiende por este espacio donde García encontró la imagen bendita de Nuestra señora y ello nos permite acceder aquí de vez en cuando si lo creemos necesario, siempre para ayudar a algún hombre o mujer en situación difícil. Es nuestra aportación para paliar los errores que cometimos en nuestras vidas y durante nuestros reinados.

— ¿Sabéis acaso qué me está sucediendo?

— Nada importante, te lo aseguramos. Crees inconscientemente que por los años ya vividos tu camino está cerca de llegar al final. En vez de pensar en ello ocúpate de valorar todo lo bueno que has hecho y lo que con seguridad te queda por realizar. Cada instante vivido es trascendental y tiene un valor incalculable. Dedícate a seguir llenando con esa riqueza que expandes esos momentos irrepetibles. Nosotros, que ya completamos nuestro periplo, te lo aconsejamos.

La voz múltiple calló y Adelmo experimentó una serenidad que hacía meses no disfrutaba. Dio las gracias a los reyes y reinas cuyo recuerdo se conservaba en las figuras talladas en aquellos panteones seculares.

Salió y visitó después el Museo Arqueológico Municipal Najerillense. Al llegar a la altura de un ventanal abierto hacia la calle, por donde la antigua farmacia allí situada antes despachaba las medicinas a los clientes, una señora, desde el exterior, le dijo: “¿Han reabierto la farmacia?” Él le contestó: “Señora, la farmacia siempre estará abierta para usted”. Y le dio un paquete de caramelos mentolados que guardaba en sus bolsillos. La mujer lo cogió, sonrió, le dio las gracias y se marchó.

Adelmo regresó al atardecer a Logroño ya recuperado por completo. Le aguardaban sus hijos, con los que disfrutaría de unas Fiestas de San Mateo inigualables antes de regresar a Cáceres y continuar su existencia con una perspectiva diferente, más optimista y enriquecedora, tal como los antiguos reyes navarros le habían transmitido.

 


LA SANGRE DE LOS “PICAOS”

(San Vicente de la Sonsierra)

Llega la Semana Santa

y se escuchan los azotes.

Recorren los “picaos” las calles

flagelando sus espaldas

tras promesa que se imponen.

Brota después la sangre

de morados verdugones

como pago necesario

al compromiso y a los dones

que la sagrada experiencia

concede a quienes la tomen.

 

Algún tiempo de Navarra,

enfrentada a Briones.

Hoy ambas riojanas

compartiendo sus favores.

Tan cercanas en paisaje,

Enfrentadas por historia,

disfrutando hoy sus primores.

 

Junto a la Plaza Mayor

predominan las casonas

con semblanzas y blasones.

 

Santa María la Mayor

a resguardo del castillo

elevado en altozano

dominando ahora viñedos

y los campos riojanos

en inmensas extensiones

con las montañas al fondo

enmarcando con sus muros

su riqueza e ilusiones.


 

 

                                            LA APARICIÓN                                 

                                  (San Vicente de la Sonsierra)

Juliana padecía del corazón. A pesar de ello se empeñó en hacer la subida hasta el castillo y la iglesia de Santa María la Mayor. Algo le decía que durante la Semana Santa podría suceder algo excepcional si acompañaba a los “picaos” durante su recorrido hasta la empinada atalaya. Su hermana Ofelia había intentado convencerla para que no completara la ascensión que seguían los penitentes recorriendo las calles del pueblo; pero no pudo convencerla y así, el Jueves Santo, de manera excepcional, formaba parte de la comitiva que se azotaba las espaldas con los látigos de lanas. Se encomendó a Santa María de la Piscina, llamada así en honor a la santa piscina de Jerusalén, e inició el paseo con el resto de los “picaos”. En los primeros momentos soportó bien el castigo de la autoflagelación; pero sus fuerzas se fueron debilitando hasta derrumbarse definitivamente justo a la puerta de la iglesia, allí donde finalizaba la procesión. Algunos de los penitentes la introdujeron en el interior, la colocaron justamente debajo de la bóveda estrellada, de cuyo centro bajó una luz que acabó tomando forma de mujer. Los “picaos” se arrodillaron cuando la aparición se aproximó al cuerpo de Juliana. Con gestos les pidió que la colocaran boca abajo sobre el altar. Con una gran delicadeza realizó sobre su espalda la acción del “picao”. Al finalizar la minuciosa tarea limpió la sangre de la espalda, se acercó al oído de la mujer, todavía inconsciente, y le dijo: “Cuando me marche podrás despertar. Ya estás curada de tu dolencia”. Después dio media vuelta, se transformó de nuevo en luz, ascendió hasta el mismo punto central de la bóveda y desapareció.

Los “picaos” se levantaron maravillados por la escena y se acercaron a Juliana. Esta despertó y se incorporó. Uno de los penitentes le comunicó que la Virgen de la Piscina se les había aparecido y que Ella en persona le había “picao” la espalda sin dejar señal alguna en la misma. Hacía tiempo que no podía correr; pero en esta ocasión bajó la pendiente como si fuera una auténtica corredora de fondo, notando una fuerza que hacía muchos años no experimentaba. Llegó a la Plaza Mayor. Junto a la fuente central se encontraba Ofelia que, sorprendida, pudo comprobar la carrera alocada de su hermana. Al llegar hasta ella la abrazó y le dijo: “¡Me ha curado, hermana, la Virgen de la Piscina me ha sanado!” ¡”Ella misma me lo ha dicho!” Ofelia mantuvo el abrazo y solo creyó a su hermana cuando, ya en Cáceres, las revisiones que le hicieron demostraron que la cardiopatía había desaparecido por completo y su corazón mostraba un vigor superior al que poseía antes del padecimiento.

Desde aquel suceso milagroso, ambas hermanas viajan a San Vicente de la Sonsierra cada Semana Santa para seguir con fervor el desfile de los “picaos” y veneran con amplio sentimiento a la Virgen de la Piscina, aquella que descendió desde la bóveda de Santa María la Mayor para curar a Juliana, cuya fe en Ella la salvó.

 

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